Política y Sociedad Europa El cristianismo ortodoxo, contra los testigos de Jehová Patriarca ruso en la catedral de Cristo Salvador en Moscú. Fuente: Al-Jazeera. 31 julio, 2017 Andrea Moreno Compartir en WhatsApp Twitter Facebook LinkedIn Telegram Menéame Esta funcionalidad está reservada a suscriptores. Suscríbete por solo 5€ al mes.Guardar artículo Please login to bookmark Nombre de usuario o correo electrónico Contraseña Recuérdame Esta funcionalidad está reservada a suscriptores. Suscríbete por solo 5€ al mes. Descargar PDF El pasado mes de abril el Gobierno ruso prohibía los testigos de Jehová bajo el pretexto de ser un grupo extremista y una amenaza para la sociedad. Sin embargo, cuesta creer que tras esta decisión exista llanamente la intención de vetar a una secta. ¿Qué amenaza puede suponer una confesión pacifista y apolítica que no llega a representar ni un 0,1% de la población? El 12 de diciembre de 1993 los ciudadanos rusos participaban en el referéndum que daría vida a la nueva Constitución. Atrás se quedaban los años de la Unión Soviética y comenzaba la era de “apertura y modernidad” en la Federación Rusa. En esta Constitución quedaba claro que, al igual que la mayoría de los países democráticos occidentales, Rusia sería un Estado secular, en el que la Iglesia y el Gobierno obrarían por caminos separados para evitar situaciones críticas dentro del país. ¿Quieres recibir contenidos como este en tu correo? Apúntate a nuestro boletín semanal La teoría, sin embargo, siempre queda lejos de la práctica, y la relación del Gobierno ruso con la Iglesia ortodoxa rusa no iba a ser la excepción que confirmase la regla general. El Gobierno ha sabido cómo sacarle el mayor provecho a la Iglesia, la cual ha jugado siempre un papel muy importante dentro de la sociedad rusa y de la que el propio presidente Vladimir Putin se declara creyente. La Iglesia ha servido al Gobierno, en primer lugar, como herramienta para aunar a las diferentes nacionalidades convivientes dentro del país; en segundo lugar, para asegurar sus objetivos políticos, y en tercer lugar, como mecanismo diplomático para expandir su influencia y valores alrededor del planeta. Pero ser el poder blando del Kremlin no es simplemente a cambio de fe: este ha tenido que ingeniárselas para acabar con aquellos que incordian a su fiel ayudante. Así, cuando el pasado mes de abril el Tribunal Supremo declara la prohibición sobre todo el territorio ruso de los testigos de Jehová por ejercer actividades supuestamente extremistas, los titubeos sobre una posible decisión basada en algo más allá del veto de una secta comenzaban a florecer. ¿Qué peligro puede suponer para el sólido Gobierno ruso una comunidad religiosa pacífica que apenas llega a representar un 0,1% de la población rusa? Testigos de Jehová, ¿una secta? Para poder comprender hasta qué punto los testigos de Jehová realmente suponen “una amenaza para los derechos de los ciudadanos, el orden social y la seguridad pública”, como el Tribunal Supremo afirmó, uno ha de conocer en qué se basan las creencias de esta comunidad de cristianos. Los testigos de Jehová son mundialmente reconocidos por la su predicación de su fe de puerta en puerta y por su polémica percepción sobre las transfusiones de sangre, pero son mucho más que evangelización y medicina sin sangre. Su origen se remonta al siglo XIX. En 1875, Charles Taze Russell, un estadounidense de Pittsburg fascinado por la religión, decidía dedicar su vida a la fe al ser seducido por la idea del regreso invisible de Cristo a la Tierra. Pronto consiguió reunir a estudiantes de la Biblia, como se hacían llamar por aquel entonces, y para 1900 la evangelización de Russell ya cruzaba fronteras. La publicación de revistas ha sido un medio utilizado desde sus inicios para mantener informados a sus seguidores y atraer a nuevos. En la actualidad, The Watchtower es la revista más distribuida y traducida en el mundo. Fuente: Jehova’s Witnesses En 1916, tras la muerte de Russell, Joseph Franklin Rutherford se ponía a la cabeza; su presidencia fijaría algunas de las características por las que hoy se los reconoce, como la obligación de predicar el mensaje de Jehová —variación de Yahvé, nombre del dios hebraico— y hacer del trabajo misionario un pilar fundamental. Rutherford también definió al grupo como pacifista, lo que trajo serios problemas a sus fieles. Durante su presidencia, que coincidió con la Primera Guerra Mundial, los testigos fueron perseguidos en países como Canadá, Inglaterra y Estados Unidos por negarse a alistarse a las fuerzas militares ejerciendo su objeción de conciencia. De hecho, Rutherford y varios de sus colegas fueron sentenciados a 20 años de prisión por promover insumisión en tiempos de guerra. Aunque fueron absueltos tan solo un año después de su encarcelamiento, este tiempo fue suficiente para que Rutherford desarrollase un sentimiento de antipatía por las instituciones gubernamentales. Su desagrado por la política —un “instrumento del diablo”— y el Gobierno hizo que a partir de entonces los testigos fueran llamados a la no cooperación con las instituciones y las leyes seculares y a la vida apolítica. Este ideario ha llevado a los testigos de Jehová a ser un grupo perseguido en múltiples ocasiones a lo largo de la Historia. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno nazi alemán mandó aniquilar a más de 1.500 testigos por negarse a jurar lealtad al Gobierno y servir en el ejército, por considerarse un grupo revolucionario y por sus supuestos vínculos con EE. UU. Posiblemente todas estas agresiones explican por qué los testigos sostienen que a partir de 1914, al ceder Dios su reino a Jesús y expulsar este a Satán y los demonios del Cielo a la Tierra, nuestro planeta ha sido víctima de un empeoramiento progresivo. Los testigos creen que el objetivo de esta vida consiste en ganarse el derecho a ser parte del jardín del Edén que Dios creará, en un futuro no muy lejano, en la Tierra. En este jardín no existirán ni las enfermedades ni la muerte ni la infelicidad y sobre él reinarán junto a Cristo 144.000 personas, por lo que el acercamiento a Dios y la creencia en su fe aumentan las posibilidades de ser elegido y resucitado para vivir en la eternidad. Los testigos de Jehová tienen un sistema de gobierno teocrático dividido en organizaciones nacionales, distritos y localidades en el que el Cuerpo Gobernante es la institución más importante. Fuente: BBC Teniendo en cuenta únicamente estos aspectos, se podría concluir que los testigos de Jehová no son una secta. Sin embargo, esta percepción cambia al escuchar los relatos de extestigos. Los que se han atrevido a narrar su experiencia coinciden en que los ancianos y otros miembros controlan la vida de los testigos en todos los ámbitos posibles. Cuando abandonan sus creencias, son considerados como apóstatas, por lo que sus familiares y amigos tienen prohibido y deben renunciar a cualquier contacto con ellos. Además, los medios se han hecho eco de casos encubiertos de abusos sexuales, incluso a menores, entre los testigos. Los perpetradores suelen salir impunes, pues su estructura de vida apolítica evita que los casos sean elevados a la Policía y dentro de la congregación se tratan de manera arbitraria. Las leyes de Yarovaya: hacia la abolición de la libertad de expresión Tras la caída de la Unión Soviética, el panorama se presentaba próspero para los testigos de Jehová, pero este período de tranquilidad no duraría mucho. En 2006 comenzaba la prohibición de congregaciones y lecturas por tribunales regionales al considerarse extremistas y en 2017 se prohibía totalmente el credo en Rusia. Las pertenencias y activos de los testigos han sido requisados por el Gobierno y cualquier actividad religiosa organizada se considerada ilegal. Violar esta decisión no solo se castiga con multas económicas, sino hasta sentencias de prisión. Llegados a este punto, es razonable que la pregunta de cómo el Gobierno ruso ha sido capaz de saltarse las reglas internacionales y vetar a un grupo religioso pacifista. La respuesta es simple: las leyes de Yarovaya. Este paquete de leyes fue presentado por Irina Yarovaya, miembro respetado del partido político Rusia Unida, al Parlamento con el objetivo de endurecer las medidas antiterroristas tras el bombardeo de un avión ruso de pasajeros en Egipto en 2015. Las leyes fueron aprobadas casi unánimemente —a excepción de un voto— en julio de 2016. Pero parece que, lejos de querer proteger a la ciudadanía, pretenden alienar a la sociedad rusa y dar a las autoridades amplios poderes para controlar de manera efectiva cualquier posible amenaza. Incluso se afirma que este paquete pretende revivir aspectos enterrados con la caída de la Unión Soviética. Para ampliar: “Overview of the Package of Changes into a Number of Laws of the Russian Federetation Designed to Provide for Additional Measure to Counteract Terrorism”, ICNL, 2016 Bajo el pretexto de estas leyes, se ha expandido el número de sanciones penales y se ha incluido un nuevo crimen. A partir de ahora, no reportar a las autoridades la perpetración de un posible crimen —como sucedía durante la URSS— puede acarrear sanciones penales para individuos mayores de 14 años. Igualmente, las compañías de teléfono e internet están obligadas a almacenar la información de sus usuarios durante seis meses y a cooperar con las autoridades siempre que estas lo precisen. Pero la medida que posiblemente ha sido más criticada por su carácter arbitrario y la violación de múltiples tratados internacionales es la restricción de actividades misionares a entidades religiosas y sus miembros y, en general, las actividades de organizaciones religiosas extranjeras. La ambigüedad en la formulación de estas leyes permite no solo terminar con amenazas terroristas reales, sino también con oponentes políticos que el Gobierno no encuentre de su agrado. Es tal el peligro que estas leyes presentan para la libertad de expresión en el país que hasta el presidente del Consejo Presidencial para la Sociedad Civil y Derechos Humanos ruso instaba al presidente Putin a no firmar el paquete de leyes, pues considera que contradicen la Constitución y otras leyes existentes. Las ONG también han mostrado su preocupación: Tayna Lokshina, directora de Human Rights Watch en Rusia, las describía como “debilitadoras de la libertad de expresión y conciencia y el derecho a la privacidad”. Freedom House mide la libertad en un rango de 0 —máxima libertad— a 100 —libertad mínima—. En 2016 Rusia recibía una puntuación de 65. Fuente: Freedom House Pero igual de perturbadora que la idea de que ahora grupos religiosos y oponentes del Gobierno van a poder ser criminalizados con un chasquido de dedos es el número creciente de nacionales rusos simpatizantes con la antigua URSS. Este panorama alienta los deseos de Putin de acabar con cualquier influencia externa que alegóricamente pueda minar su estabilidad política y de crear una Rusia independiente. La Iglesia ortodoxa rusa contra el liberalismo occidental Son pocas las explicaciones que se pueden encontrar en la prohibición de un grupo religioso pacifista, casi imposible de radicalizar por su hermetismo y sin existir pruebas concluyentes que demuestren su extremismo o peligro para la sociedad. El hecho de que los testigos de Jehová no voten, no sirvan en las Fuerzas Armadas y se nieguen a participar en celebraciones nacionales puede que haya hecho sospechar al Gobierno ruso de sus intenciones y los haya encasillando como prooccidentales y una amenaza para el control del Gobierno y la estabilidad política. Sin embargo, este pensamiento sería más propio de una religión o colectivo con una influencia desafiante dentro de la sociedad rusa; de los más de 114 millones de habitantes rusos, solo 117.000 son testigos de Jehová. Para el Gobierno ruso, las cuatro religiones tradicionales son el cristianismo ortodoxo oriental, el judaísmo, el islam y el budismo. El dominio de la Iglesia ortodoxa rusa en la política de Putin aparece como la explicación más factible a esta prohibición. La Iglesia ortodoxa ha visto en las creencias de los testigos una fuente de desvío de lo que consideran los valores reales cristianos. Esta postura no es nueva: ya la dejaba ver durante la prohibición de la Iglesia de la Cienciología; según su parecer, impedía a las personas disfrutar de sus libertades. Dado que para el Gobierno la Iglesia se ha convertido en un enclave importante tanto para conseguir una unidad política dentro de su territorio como para extender sus valores en otros países, no ha puesto muchas pegas en hacer todo lo posible por mantener su alianza intacta. A nivel nacional, Putin ha encontrado en la Iglesia la manera de aunar a la población bajo una misma creencia y así conseguir la confianza de la población para reducir tensiones y servir a los intereses del país. A nivel internacional, la Iglesia le ha servido como embajadora de los valores del Gobierno. El Gobierno ruso siempre ha estado atento a los acontecimientos tras las fronteras de su territorio y ha visto en la Iglesia un actor capaz de ejercer cierto control. En los antiguos países de la Unión Soviética, la Iglesia se ha encargado de perpetuar la influencia rusa. En Moldavia curas leales a la Iglesia de Moscú han hecho campaña en contra de la integración con países europeos y en Montenegro también han intentado aguar los planes de la nación para unirse a la OTAN. Tal es su relevancia en la política exterior rusa que el Gobierno incluye la potenciación de los valores espirituales en su estrategia de seguridad nacional. Para ampliar: “Russia’s ‘Orthodox’ Foreign Policy: The Growing Influence of the Russian Orthodox Church in Shaping Russia’s Policies Abroad”, R. C. Blitt, 2011 No es de sorprender que el Gobierno de Putin financiase la polémica construcción de una Iglesia valorada en más de 170 millones de euros en París. Su posición estratégica en la ciudad y la protección del perímetro con dispositivos que previenen de cualquier tipo de vigilancia electrónica han dado qué pensar a los servicios de inteligencia franceses. Este hecho describe casi a la perfección la relación entre Gobierno e Iglesia rusos: por un lado, Rusia permite la expansión internacional de su Iglesia para que incremente su número de seguidores y a cambio esta exhibe los valores conservadores y neófobos de Rusia en el corazón del liberalismo y el secularismo europeo a la vez que seduce a los movimientos ultraderechistas europeos con los valores sociales rusos. ¿Ganará Putin el pulso? Para que el Gobierno fuese capaz de aplicar de manera eficaz la nueva prohibición necesitaría muchos más recursos de los que dispone actualmente. La historia de la persecución en Rusia de los testigos de Jehová refleja que, cuantas más prohibiciones, mayor astucia ha desarrollado el grupo en su supervivencia. Cuando la Unión Soviética prohibía que la literatura de los testigos cruzase fronteras, estos construyeron búnkeres subterráneos en donde imprimían revistas ilegales; igualmente, cuando se vetó la celebración de servicios religiosos, optaron por reunirse en grupos pequeños en viviendas privadas. Los avances y la tecnología actual apuntan a que buscarán nuevos sistemas para seguir con su deber de evangelizar. En segundo lugar, los testigos cuentan con el apoyo de importantes organizaciones internacionales. La Unión Europea, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europea y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) han percibido la prohibición como un retroceso en la aplicación de los derechos humanos en Rusia. Por último, en 2009 Rusia ya fracasó en su intento de prohibir la confesión. Los testigos llevaron el caso frente al TEDH, que falló a su favor. La probabilidad de que vuelva a fallar a su favor es mayor que la probabilidad de que Rusia salga victoriosa del lance. Putin necesita de una institución fuerte y consagrada para lograr sus objetivos. Por eso, a lo largo de su carrera política se ha dedicado a construir una relación sólida con la Iglesia ortodoxa rusa. Fuente: Newsweek La prohibición parece ser más bien una táctica visual que otra cosa. Vetar a los testigos sabiendo que no iban a rebelarse ni manifestarse ha permitido al Gobierno mandar un mensaje claro: Rusia no va a permitir influencias externas en su país y no comparte ni pretende compartir los valores e intereses occidentales. Parece que, con la ayuda de la Iglesia ortodoxa, el Kremlin tiene como objetivo fomentar un nacionalismo y patriotismo cada vez más parecidos a los de la antigua URSS. Fe de errores: En una primera versión de este artículo se decía que en el paraíso terrenal de los testigos solamente cabrán 144.000 personas. Como afirman en su web oficial, esta cifra “se refiere a los que reinarán con Cristo en los cielos sobre el Paraíso terrestre, el cual estará habitado por una vasta cantidad indeterminada de personas felices que adorarán a Jehová Dios”. Agradecemos a Harim B. Gutiérrez la aclaración.